El Papa Francisco: Los sacerdotes deben ser humanos, amables y perdonadores
“La alegría del Evangelio que es la base de nuestra vida, el pertenecer a un pueblo que nos protege y nos apoya, el servicio generativo que nos hace padres y pastores” fueron los tres principales mensajes del Papa a los participantes en el encuentro internacional para sacerdotes.
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“La alegría del Evangelio, pertenecer al pueblo, servicio generativo” son las tres recomendaciones del Papa a los sacerdotes para “avivar el don recibido” – el tema del Acuerdo Internacional para la Formación Continua de los Sacerdotes, promovido por el Dicasterio para el Clero, la Evangelización y las Iglesias Orientales.
Francisco agradeció a los promotores y organizadores, “¡Para muchos de ustedes no fue fácil venir a Roma!” y a los participantes en la Sala Pablo VI el jueves por la mañana, “pero sobre todo por lo que hacen en sus diócesis y en sus países, por el servicio que realizan”.
Miedo a los conocedores
El Papa dijo que el encuentro es una oportunidad para compartir buenas ideas, “dialogar sobre los desafíos y problemas y examinar los horizontes futuros de la formación sacerdotal en este cambio de era, siempre mirando hacia adelante y dispuestos a volver a echar las redes obedeciendo la Palabra del Señor”:
Se trata de recorrer en búsqueda de herramientas y lenguajes que fomenten el desarrollo sacerdotal, sin asumir que tenemos todas las respuestas (me aterra aquellos que sí las tienen), sino confiando en que las descubriremos a lo largo del camino.
El Papa aconsejó a los sacerdotes escucharse mutuamente e inspirarse en el llamamiento de Pablo a Timoteo a “Reavivar el don de Dios que tienes” (2 Timoteo 1:6):
Reavivar el don, la unción y el fuego para mantener el entusiasmo apostólico.
El Santo Padre aconseja a los sacerdotes buscar la alegría del Evangelio, pertenecer al pueblo y servicio creativo para renovar el don.
La alegría del Evangelio
Francisco dijo que la amistad con el Señor “nos libera de la tristeza del individualismo y del riesgo de una vida sin sentido, sin amor ni esperanza” y que la alegría del Evangelio radica en que “somos amados por Dios con ternura y misericordia. Debemos testimoniarse esta buena noticia con nuestra vida para que todos puedan ver el amor salvador de Dios en Jesucristo, quien murió y resucitó”:
Solo podemos ser ministros y difundir el Reino de Dios como discípulos. Solo al recibir y sostener la alegría del Evangelio podemos transmitirla a los demás. En constante crecimiento, recordemos que somos siempre discípulos en el camino, simbolizando lo más hermoso que la gracia ha hecho en nosotros en cada momento.
El Santo Padre dijo que la gracia siempre asume la naturaleza, por lo cual necesitamos una formación humana integral:
Ser cristiano es un estilo de vida, no una etiqueta religiosa, por lo tanto, exige cuidado humano. Esto contrasta con el sacerdote “mundano”. Cuando un sacerdote se vuelve mundano, todo se derrumba. Por favor, centren sus esfuerzos en la formación humana. También es importante vivir de forma humana. Se necesitan sacerdotes plenamente humanos, que jueguen con los niños y cuiden de los ancianos, que tengan relaciones sólidas y sean lo suficientemente maduros como para enfrentar los problemas del ministerio, para llevar el consuelo del Evangelio al pueblo de Dios a través de su humanidad transformada por el Espíritu de Jesús. Nunca olviden el poder humanizador del Evangelio. Un sacerdote amargado es un “solterón”.
Ser amables y perdonar siempre
El Papa concluyó que los sacerdotes nunca deben cansarse de la misericordia:
Siempre perdonen. Las personas van a confesarse buscando el perdón, no la teología ni las penitencias. Sean misericordiosos, por favor. El perdón trae consigo la compasión y la aceptación, por lo tanto, siempre perdonen. El perdón regenera internamente.
Finalmente, Francisco dice que Nuestra Señora “nos regala a los sacerdotes una cosa”:
La ternura entrañable. Esa sensibilidad que se encuentra en las personas atribuladas, los ancianos, los enfermos, los niños pequeños… Pidan gracia y sean amables. Una ternura fuerte.