Brasil es un país de gran extensión territorial y fue construido sin la debida planificación habitacional. Esto ha llevado a que muchas áreas del país carezcan de los servicios básicos de saneamiento, lo que a su vez ha contribuido al deterioro de la calidad de vida de sus habitantes.
Según el Banco Mundial, cerca del 60% de la población brasileña vive en áreas urbanas y el resto en zonas rurales. Debido a esta falta de planificación, el país enfrenta graves problemas de saneamiento, especialmente en áreas rurales. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), solo el 40% de las viviendas en 2019 tenían salida de residuos, lo que es inaceptable. IBGE también señala que el 34% de los hogares brasileños carecen de acceso a agua potable y el 22% no tiene acceso a servicios sanitarios adecuados.
Lo que es inaceptable, dado que que esta profilaxis es la esencia de la salud pública, y como lo exige la Constitución, debe garantizarse a todos. Sin embargo, la realidad brasileña es diferente a la propuesta en el papel, y este se convertirá en el prometido cuando la eliminación de desechos como basura y aguas residuales se hacen correctamente, y el agua que llega a los hogares de todas las personas se tratado Primero, para una nación de 211 millones de personas, el impacto generado por el destino de los deseos que estos producen es grandioso, no sólo por el cambio de color y olor del ambiente, sino también por contribuir al ciclo biológico de las lombrices y microorganismos causantes de enfermedades.
Tomando como ejemplo la patología Leptospirosis, que la rata tiene el transmisor intermediario, un animal atraído por los restos de comida en alcantarillados y vertederos irregulares, y que al orinar o defecar, contamina el suelo y los acuíferos con la bacterias, que luego serán ingeridas o entrarán en contacto con humanos y causarán graves síntomas. Con este panorama, la salud brasileña depende de la higiene y la infraestructura básico como una red de desperdicios y deseos, que es precaria, parasita y bacteriosis.
Además, es necesario que toda la población tenga acceso real a los recursos hídricos y que esta agua se consume directamente en la bebida de la población (o indirectamente en la producción de alimentos) no se contamina para garantizar la salud de la población. Como ejemplo de esta necesidad es la profilaxis de la enfermedad orientada por la OMS COVID-19, lavarse las manos abundantemente para eliminar el virus. Sin embargo, esto indicación no puede ser tomada por todos los brasileños, ya que del IBGE, 100 millones no tienen cañerías de agua. Así, la necesidad de acceso a agua tratada y de calidad es indispensable tanto para romper ciclos de enfermedades biológicas, como para la prevención de muchos otros problemas de salud.
Surge, por tanto, la necesidad de universalizar el saneamiento básico en lo Brasil. Para ello, corresponde al Estado transferir más inversiones a los municipios, para que puedan mapear, reestructurar y arreglar la base del problemaen las regiones más vulnerables, como las periferias, a través de la implementación de una mayor red de alcantarillado y tuberías de agua potable en estas áreas. Con eso, una mayor número de brasileños podrá tener acceso al saneamiento y, en consecuencia, la población será tratada con el respeto que establece la Constitución.